
Desde que me convertí en jugador profesional y durante los primeros años de mi carrera, la alimentación se volvió un pilar muy importante en el fútbol profesional. Siempre traté de alimentarme bien y de darle mucha importancia a la comida y a los tipos de alimentos que ingería para poder obtener el mayor rendimiento posible.
Pero no fue hasta enero de 2020 que empecé a sentir la necesidad de realizar un cambio, ya que no me sentía bien mental y físicamente. Quería hacer algo diferente con mi alimentación y llevar tanto mi salud como mi rendimiento al más alto nivel posible. Así fue como surgió mi primer intento después de leer un artículo sobre la generación dorada del básquet argentino, donde mencionaban el ayuno intermitente y todos los beneficios que esos basquetbolistas habían experimentado. Leí e investigué (aunque no lo suficiente) y decidí probarlo.
Comencé con el protocolo de 16 horas de ayuno y 8 horas donde podía ingerir alimentos, además de entrenar en ayunas. Cuando surgió esta idea, ya estaba en plena competencia, y este hecho, junto con mi falta de información, hizo que me costara mucho. El primer día lo pasé muy bien en cuanto a la sensación de hambre y los niveles de energía. El segundo día fue igual, pero en el tercer y cuarto día comencé a sentir una disminución en mi rendimiento y una sensación de desgano. El quinto día me tocaba disputar un partido oficial y recuerdo que la pasé muy mal. Después de eso, decidí abandonar y pensé que esto no era para mí. Las semanas y los partidos siguieron transcurriendo hasta que llegó un punto de inflexión en mi vida. Esto ocurrió después de jugar contra Rosario Central, un partido que estuvo en suspenso debido al inicio de la pandemia del Covid-19. En ese partido, me tocó ir al banco de suplentes y entré faltando 5 minutos para el final, y ganamos 3 a 1. En el camino de regreso a Santa Fe, mi cabeza no paraba de pensar en qué podía hacer para cambiar, para sentirme mejor y para ganarme un lugar nuevamente dentro de los 11 titulares.
Finalmente, regresé a casa y, como todas las noches posteriores a los partidos, me costaba conciliar el sueño. Para relajar la mente y distraerme un poco, tomé el libro que estaba leyendo, «INVICTUS» del autor Marcos Vásquez, que trataba sobre filosofía estoica, sus principios y formas de aplicarlos a la vida actual (en otro artículo hablaré de esta filosofía de vida tan importante y aplicable a la vida moderna). Menciono este libro y autor porque despertó mi curiosidad e investigué a Marcos Vásquez, descubrí que además de sus conocimientos sobre el estoicismo, también tenía una técnica en Nutrición y contaba con diversos planes y libros sobre alimentación. Fue entonces cuando encontré su libro «De 0 a Ceto» y decidí comprarlo para ver de qué se trataba y si podía.
El día después de decretarse el estado de cuarentena en Argentina debido a la propagación de contagios de COVID-19, sentí mucho miedo e incertidumbre. El torneo de primera división y los entrenamientos fueron suspendidos, y se nos pidió que nos quedáramos en nuestras casas. Inicialmente, se anunció una cuarentena de 7 días, pero luego se extendió a 4 meses. En ese momento, sentí que era una oportunidad para hacer los cambios que quería en mi vida, así que me puse manos a la obra.
Comencé leyendo el libro «De 0 a Ceto», que constaba de 112 páginas, un recetario y un calculador de macronutrientes para personalizar cada plan. El libro explicaba la alimentación cetogénica, sus fundamentos, los alimentos a consumir y cómo llevarla a cabo. Era algo completamente nuevo para mí, ya que implicaba reducir la ingesta de carbohidratos a un máximo de 40 gramos netos al día, aumentar el consumo de grasas saludables y moderar las proteínas. Era bastante diferente a las recomendaciones alimentarias profesionales que había seguido a lo largo de mi carrera.La alimentación cetogénica busca llevar al cuerpo a un estado de cetosis, en el cual utiliza las grasas como fuente de energía en lugar de los carbohidratos. Al eliminar los carbohidratos, se reduce la glucosa en sangre, lo que lleva al cuerpo a quemar las reservas de grasa para obtener energía. Esta dieta se basa en alimentos como carnes, pescados, huevos, grasas saludables, verduras bajas en carbohidratos y lácteos bajos en grasa. Se promueve el consumo de alimentos naturales y se evitan los alimentos procesados y ricos en azúcares. La alimentación cetogénica se ha utilizado como una herramienta para la pérdida de peso y también se ha investigado su efectividad en el control de enfermedades como la diabetes tipo 2, la epilepsia y el síndrome metabólico. Para lograr el estado de cetosis, es fundamental no exceder los 40-50 gramos netos de carbohidratos diarios, dependiendo de la persona y su nivel de actividad física. También es importante evitar el consumo excesivo de grasas saludables.
Después del partido, comencé a trabajar en mi nueva alimentación. Utilicé el calculador de macros para determinar las cantidades de carbohidratos, proteínas y grasas que debía consumir. Luego, utilicé el recetario para obtener ideas de comidas que podía preparar y organicé mis comidas en tres momentos: desayuno, almuerzo y cena. Por último, planifiqué los días en que haría ayunos de 12 horas los miércoles y sábados.Así empezó mi camino con la alimentación, y lo acompañé con los entrenamientos que realizaba en casa. Como no sabíamos cuánto duraría la cuarentena, el preparador físico del club nos permitió llevarnos equipos del gimnasio, así que monté un pequeño gimnasio en el patio de mi casa. A medida que pasaba el tiempo, seguí investigando sobre los alimentos permitidos, buscando recetas cetogénicas y adentrándome más en los ayunos, hasta llegar a hacer ayunos diarios en un protocolo llamado 16:8.
Llegó un punto en el que me sentía espectacular. Había logrado completar las 8 semanas de alimentación cetogénica recomendadas en el plan, y el ayuno se había convertido en un hábito. Sin embargo, sentí la necesidad de buscar ayuda profesional, especialmente porque se acercaba el momento de volver a los entrenamientos en el club. Encontré una nutricionista en Buenos Aires que seguía esta corriente de alimentación y se especializaba en nutrición funcional y obesidad. Opté por una consulta virtual debido a las restricciones de la cuarentena. Durante la consulta, le conté todo lo que había estado haciendo y ella me confirmó que iba por buen camino. Sin embargo, me recomendó buscar asesoramiento específico en deporte para comprender cómo reaccionaría mi cuerpo al volver al alto rendimiento y también me indicó un análisis de sangre completo para evaluar mi estado de salud. Realicé los estudios y volví a agendar una cita para discutir los resultados. Fue una grata noticia descubrir que mis marcadores estaban excelentes, así que decidí seguir adelante y seguir las recomendaciones adicionales que ella me proporcionó, como tomar un «bulletproof coffee» antes de los entrenamientos para tener más energía.
En julio, se empezaron a liberar algunas actividades de la cuarentena, incluido el fútbol, y en el club comenzaron a realizar evaluaciones físicas, como la antropometría con la nutricionista. Para ese momento, ya notaba un cambio significativo en mi apariencia física y mi peso se encontraba entre 77 kg y 78 kg, casi 5 kg menos de lo que solía pesar durante la mayor parte de mi carrera. Sin embargo, aún era una incógnita mi composición corporal, que es el parámetro importante para conocer la cantidad de músculo, grasa y masa ósea que tenía. Me realicé la antropometría y los resultados fueron asombrosos: había reducido significativamente mi grasa corporal y había perdido un pequeño porcentaje de músculo, lo cual era normal debido a la falta de competencia.
A mediados de agosto, retomamos los entrenamientos en preparación para el inicio del torneo en octubre. Durante aproximadamente tres semanas, seguí con los hábitos alimenticios que había incorporado, pero comencé a sentir que me faltaba energía en ciertos momentos de los entrenamientos. Fue entonces cuando sentí la necesidad de buscar nuevamente a un profesional que me pudiera guiar específicamente en el deporte que practicaba. Mientras navegaba por las redes sociales, encontré a un nutricionista español que seguía y promovía el ayuno intermitente, junto con la popular y querida dieta keto. Además, había trabajado con muchos jugadores tanto en España como en otras ligas del mundo. Decidí contratar sus servicios y tuvimos éxito de inmediato.
Comenzó a diseñar protocolos alimenticios para un mes, incluyendo cargas de carbohidratos específicas para los entrenamientos y partidos, respetando mis ayunos y el protocolo de 16:8. Trabajé con él durante aproximadamente un año, hasta que sentí que ya tenía suficiente conocimiento sobre mi cuerpo y qué alimentos consumir en diferentes momentos y para diferentes propósitos.
Ahora estoy en mi cuarto año siguiendo este estilo de vida. He experimentado de todo, desde ayunos de 72 horas hasta periodos de baja ingesta de carbohidratos (otro protocolo que permite una mayor cantidad de carbohidratos). He cometido errores en el camino, pero siempre he confiado en mi capacidad de volver a los principios de este gran cambio.
Al compartir mi experiencia, no pretendo decir que la alimentación cetogénica, el ayuno o cualquier otro enfoque sean la única solución. Cada persona es diferente y tiene requisitos distintos. Solo quiero compartir mi experiencia y, si algo de lo que cuento te resulta útil, ¡Bienvenido sea!